martes, 5 de mayo de 2009
Para Oasis que lo mira por TV
por Agustina Luxardo
El Rock, la pose de rocker, esa enfermedad por querer sobresalir, la angustia del artista que intenta seguir sintiendo lo mismo por la música que en la juventud. Cuántas ilusiones. Permítanme para eso contar dos historias dentro de un mismo género. El Rock comprende al Brit Pop, uh! y tengo tanto para decir del Brit, pero el formato blog de hoy en día me limita tan austeramente. Así que puedo empezar yendo al grano: Oasis ha conseguido un modelo de canción que podría resumirse en transformar a los Smiths (la banda nacional de Inglaterra en los ochenta) en el grupo de acompañamiento de Lennon & McCartney y pasarlo por la procesadora del ímpetu cuasi hoolingang de los Sex Pistols. Esta es la combinación perfecta, una bomba de tiempo acelerada, una banda beatle con una impronta de patética adolescencia tardía y malhumorada, demonizados, como un Marilyn Manson. Claro que ningún joven desquiciado que escuche Oasis es el modelo de persona que saldría a matar a sus compañeros de colegio como en la masacre de Columbine, jamás! jamás! antes preferirán culpar al Metal, pero nunca a la insolente imagen en pose del ídolo Pop. Esa pose es la que no queremos, esa pose de “Saca al Jonas Brothers que hay en vos!”, ESA, justamente esa destruye la libertad, elemento esencial del Rock.
En la otra esquina, con un peso ya de 21 gramos (el de su alma) está Kurt Cobain. Con un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgando si la vida vale o no vale la pena ser vivida, respondiendo la pregunta fundamental de la filosofía. “Lo demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías viene a continuación”1. Nunca nadie vio morir a un artista o a un científico por un ideal, ni siquiera cuando Galileo estuvo al borde de la hoguera, a quién le importaba en definitiva si el sol giraba en torno a la tierra o al revés?. No valía tanto la pena morir para que el mundo supiera la verdad, hasta que el mundo del Rock conoció a Nirvana. A continuación la nota que escribió Cobain despidiéndose:
“Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiría ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería ser muy fácil de entender. Todo lo que me enseñaron en los cursos de punk rock que he ido siguiendo a lo largo de los años, desde mi primer contacto con l a, digamos, ética de la independencia y la vinculación con mi entorno ha resultado cierto. Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo rock’n'roll. Me siento increíblemente culpable. Por ejemplo, cuando se apagan las luces antes del concierto y se oyen los gritos del público, a mí no me afectan tal como afectaban a Freddy Mercury , a quien parecía encantarle que el público lo amase y adorase. Lo cual admiro y envidio muchísimo. De hecho, no los puedo engañar, a ninguno de Uds. Simplemente no sería justo ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces, tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario. Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. (Y sigo intentándolo, créeme Dios, pero no es suficiente). Soy consciente de que yo, nosotros, hemos influido y gustado a mucha gente. Debo ser uno de aquellos narcisistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido. Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño.”2
No es casual que el despegue de Oasis haya comenzado una semana después del suicidio de Kurt Cobain y que mientras todavía el mundo olía la pólvora de Seattle, Liam anduviera cantando Vos y yo viviremos por siempre. La era de la apatía de la clase media joven que Nirvana había musicalizado con tanta desesperación y amargura dejó su lugar a estos chicos malos de el Rock, que aún hoy divierten más que asustan.
EL ROCK MURIÓ
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