lunes, 27 de abril de 2009

Talento a prueba de egos y caprichos



Entre cruces de agresiones y rumores de separación, la banda que cambió los noventa vuelve a la Argentina por cuarta vez. Su bajista, Andy Bell, cuenta a PERFIL cómo es lidiar con los Gallagher y expresa sus dudas sobre el final tan anunciado.

Qué esperás cambiar si sabés que todo fue un error?”, clama el mayor de los Gallagher, Noel (42), en una de sus últimas canciones. “Es cierto, estoy fuera de tiempo”, parece responderle el carilindo y siempre incorregible Liam (37) en otro tema. Todo esto sucede en Dig Out Your Soul, el último disco de Oasis grabado en 2008 que el próximo 3 de mayo presentará en Buenos Aires, precisamente en el estadio de River, en éste, su cuarto show en la Argentina. Así, con el espíritu que distingue a los reyes del nuevo britpop, la banda alimenta los conflictos de su naturaleza. Naturaleza que sabe poco o nada de aguas quietas o pequeños espacios refrescantes. De hecho, cuando falta una semana para su visita, los rumores sobre su continuidad vuelven a ponerse en duda por enésima vez. “Es imposible saber si será el fin de Oasis, yo creo que esto no sucederá nunca”, confía Andy Bell a este diario. Quien habla es nada menos que el ex guitarrista de Ride y Hurricane, devenido en bajista por expreso pedido de los hermanitos terribles para sumarse a sus filas. Experto accidental en mañas familiares, conoce como pocos las idas y venidas de los Gallagher.

Fue él quien sufrió con Noel un accidente automovilístico en Alemania y quien en la actualidad comparte, por expreso pedido de Liam, cuanta entrevista televisiva se le presente.


Demasiados egos. “¿Cómo voy a sacar un disco solista, si Oasis soy yo?”, justificó Liam recientemente al diario Universal de Venezuela. Como un contrataaque del Manchester City, club de sus amores (uno de los pocos motivos en los que están de acuerdo), el muchacho salió a responderles a los dichos que vertió Noel desde Twitter, donde el productor y principal compositor de la banda aseguró que después de cinco años Oasis dejaría de grabar.

“En realidad, con ellos, pensar en futuro parece ridículo”, sostiene Bell durante la charla telefónica con PERFIL.

—¿Qué te cuesta más, lidiar con tus hijos (una niña de 12 y un varón de 5) o con los caprichos de los Gallagher?

—Ja, ja... sin ninguna duda con los Gallagher.

Al margen del carácter de los muchachos nacidos en Burnage, un barrio obrero de Manchester, sobran razones para comprender tanta megalomanía: 10 millones de copias vendidas con su primer disco Definitely Mabybe; otros 20 millones por su segundo álbum (Whats the Story) Morning Glory?, sólo superado por Bad de Michael Jackson, y las 813 mil copias vendidas en una sola semana durante el lanzamiento del tercer CD exceden cualquier argumento para agotar la banda en la palabra fenómeno. Todo esto, sin descontar nueve temas en lo más alto del ranking británico y americano, además de la construcción de un estilo que les permitió asumirse como los nuevos Lennon y McCartney, sin ruborizarse.


Puertas adentro. “Hoy hay mucha libertad para crear. Es cierto”, sostiene Bell, quien todavía recuerda con entusiasmo la buena recepción del público argentino durante el recital de 2006, en el Campo de Polo. “Ustedes tienen una gran audiencia”, insiste, al momento de recordar su breve estadía en la gira que le alcanzó a Oasis para batir un nuevo récord: ser visto por dos millones de personas. En cuanto a la apertura creativa de sus jefes, aunque no lo diga, el bajista alude al último disco. El y el otro guitarrista del grupo, Gem Archer, recibieron la bendición autoral para sumar algunas de sus canciones. A la distancia, Andy no parece vivirlo como una presión.

—¿No temiste la comparación de la crítica con los Gallagher?

—No, porque somos un equipo, no se trata de competir.

—Tom Chaplin (cantante de Keane) aseguró que las discusiones y las críticas de Oasis están impulsadas para difundir sus discos. ¿Qué opinás al respecto?

—Y, realmente es muy triste que alguien se anime a reducir una canción a un efecto de marketing. A nosotros lo único que nos importa es hacer buena música.

Más allá del show mediático y algunas declaraciones (ver recuadro), Bell no se equivoca respecto del grupo. La artística beatleana y una vida agitada que los acerca a los Stones no van en desmedro de la construcción de un sonido original y potente, capaz de hegemonizar los 90. Por cierto, decenas de bandas que la sucedieron estuvieron invariablemente sujetas al “paradigma Oasis”. Las baladas de Liam, en el último disco, y la riqueza de las composiciones del hermano mayor demostraron la vitalidad de una banda, a prueba de Keane, Coldplay y otros talentos.

Claro que hoy los muchachos viven situaciones diferentes. Mientras Liam se ocupa de promover su línea de ropa Pretty Green, Noel divide su tiempo como productor de bandas nuevas y su trabajo en la radio. De hecho, en estos días, el cantante utilizó una emisora para comunicarse directamente con Obama y preguntarle si en verdad era... hincha del West Ham.


Imagina. Si algo sobrevive, sin embargo, es la devoción por los muchachos de Liverpool. La buena relación que aún mantienen con el baterista Zak Starkey, hijo de Ringo Starr y ex integrante de la banda, con quien suelen tocar, además de la búsqueda de material inédito (descartando que el hijo de Liam se llama Lennon Francis) y las expectativas que genera el reencuentro de Ringo con Paul para un próximo espectáculo reflejan la única debilidad en común, explícita de estos muchachos insolentes.

“Cómo negarlo, los Gallagher vivieron el anuncio de la vuelta con mucha alegría y, personalmente, espero que esto suceda pronto”, amplía Bell. Acaso será, entonces, cuando la palabra Oasis recupere su sentido, sin ironías.

Un camarín hecho a medida

Cada vez que pasó por Buenos Aires, Oasis se permitió algunos gustitos. Por ejemplo, recibir su disco de platino en 2006, jugar al fútbol a cara de perro con colegas y asistentes (tanto durante el ’98 como durante 2001) y, por supuesto, satisfacer sus gustos culinarios y, fundamentalmente, etílicos. Además de la decoración moderna, plagada de flores y muebles –tal su pedido–, la lista cuenta con una variedad a prueba de sommeliers. Cinco botellas de vino tinto “muy bueno”, cinco de blanco pinot grigio, tres cajas de cerveza importada, una caja de 24 en lata, además de una botella de whisky irlandés de excelente calidad, tres de vodka, un cartón de cigarrillos, seis limones frescos y un tarro de miel.

Para “matar el tiempo”, además solicitaron variedades de papas fritas (con explícito pedido de que una al menos sea orgánica), varias frutas secas orgánicas (especialmente almendras y piñones), variedad en barras de chocolates y un bowl de frutas frescas. Todo para los nueve integrantes que conforman la comitiva.

Perfil.com

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