lunes, 24 de agosto de 2009

Muse en SPIN Magazine



Es medianoche en el Lower East Side de Manhattan, y el guitarrista de grandes pómulos, en camiseta de tirantes, no sabe lo que va a pasar.

"Sí, dentro de dos días tenemos otro show en Brooklyn", dice Apple Cheeks ["pómulos de manzana", le llaman] a Dominic, un inglés rubio y escuálido, con chaqueta de piel negra. Estamos a principios de verano y los dos están a la puerta de un pequeño club-panadería llamado Cake Shop. Su banda acabó de tocar hace unos minutos, y todavía está eufórico. La acera está asquerosa, hay degenerados con estilo que aparentan tener también otro show en Brooklyn dentro de un par de días.

"Vamos a tocar en un sitio llamado Bruar Falls", dice, arqueando sus cejas por encima de sus oscuras gafas. "Estoy bastante seguro de que somos cabeza de cartel". Bruar Falls es del tamaño del baño de un rico. Dominic mira en su iPhone. "Mi banda va a tocar en Nueva York. No hasta septiembre, sin embargo". A Apple Cheeks no le impresiona. "Oh sí?", pregunta, "Dónde?". A Dominic se le pone una sonrisa tontorrona de oreja a oreja. "Giants Stadium". Apple Cheeks se queda desencajado. "En qué... en qué banda tocas?".

Si todo sale según el plan, el olvido yankee hacia Muse está a punto de cambiar. En su Inglaterra natal, el batería Dominic Howard, de 31 años, el guitarrista y cantante Matt Bellamy, también de 31 años, y el bajista Chris Wolstenholme, de 30, han asumido ya su papel de superhombres engreídos del rock. Más prog que Queen y más potentes que Radiohead (una comparación frecuente, aunque molesta y tediosa), y con un vocalista graduado con mérito por la escuela de Jeff Buckley de ángeles prodigiosos, el trío tiene un don para la profecía adusta y la rimbombancia, tanto en disco como en escenario, que les ha convertido en una de las bandas más populares del Reino Unido.

En 2007, 140.000 personas abarrotaban dos conciertos en el estadio de Wembley de Londres. Una cifra igualmente indecente de personas fueron testigos de su set en los festivales de Glastonbury, Leeds y Reading. 85.000 entradas para una gira por el Reino Unido en noviembre desaparecieron en menos de 30 minutos. Sus dos últimos trabajos de estudio, Absolution (2003) y Black Holes & Revelations (2006), han vendido 5 millones de copias en todo el mundo. Y a menos que Dios lo impida o que Michael Jackson se muera otra vez, The Resistance, el quinto álbum de la banda, llegará fácilmente arriba del todo en las listas británicas cuando salga a la venta este mes. La adoración crítica, sin embargo, palidece en comparación.

Pero en América, en gran parte debido a un traspié transatlántico de antaño, Muse todavía tienen que ponerse al día. Aquí, Absolution y Black Holes consiguieron disco de oro; entre los dos vendieron 1.300.000 copias, y el último disco llegó al número 9 en la lista Billboard. En 2007, la banda llenó grandes pabellones en ambas costas, como el Forum de Los Ángeles o el Madison Square Garden de Nueva York. El salto a los grandes estadios continuará el 24 de septiembre, cuando Muse abran la primera de las nueve fechas de la actual gira de U2, la cual, como ahora ya sabe Apple Cheeks, incluye el Giants Stadium. O como Howard lo llama, inocentemente, "El sitio donde juegan los Yankees".

La banda del pequeño Teignmouth, al sureste de Inglaterra, amenaza con entrar fuerte en América como ningún otro grupo británico ha hecho desde Coldplay. Esto no es accidental.

"Espero que Muse sea una banda muy importante y duradera", dice Tom Whalley, jefe y director ejecutivo de Warner Bros., la compañía discográfica americana de la banda. "Entiendo que es difícil para un grupo joven actualmente, pero ya han demostrado que tienen un gran potencial, tanto en términos de ventas como en éxito en directo. Así que vamos a hacer todo lo que podamos para hacer que su carrera crezca. Creemos que esta banda puede ser tan grande como lo quiere ser".

Que es, explica Bellamy, muy, muy grande: "Nos gustaría ser recordados entre las grandes bandas de la historia del rock. Para que eso ocurra, es necesario tener un éxito continuado en este país, pero tenemos mucho trabajo que hacer. Aquí nos perciben de otra manera". O, como comenta Howard, "Somos la banda más importante de la que América no sabe nada".

Una limusina negra lleva a Matt Bellamy a un encuentro con los muertos. No harán falta presentaciones. "Cuando era más joven, mi madre se comunicaba con los fantasmas", dice Bellamy mientras la limusina sigue su camino hacia South Street Seaport, donde verá los cadáveres posando, diseccionados, de la exposición "Bodies". "Ella y mi padre solían invitar a amigos a hacer una Ouija y hablar con los espíritus. A mí me dejaban mirar. Imagino que fue entonces cuando empezó mi interés por lo desconocido".

Esa curiosidad por el más allá nunca se ha ido, y de hecho ha dado un giro un tanto siniestro. "Siempre he estado muy interesado en las teorías de conspiraciones, y todavía lo estoy", dice el delgado y menudo Bellamy, vestido para la macabra ocasión con una camisa de rayas azul claro, con botones en el cuello, pantalones y mocasines negros, su pelo castaño al estilo pelo-paja despeinado que se hizo popular entre los rockeros desde 1965. "Pero he aprendido a tener cuidado al hablar de estas cosas, porque la gente se toma mi curiosidad como prueba de que creo en ello. Creo que a medida que me haga mayor, me interesará cada vez más buscar líneas de pensamiento verídicas, más que ir soltando mis opiniones".

Hasta entonces:

Sobre el 11 de Septiembre: "Hay pruebas que sugieren que se sabía de antemano lo de los atentados y dejaron que ocurriera. Hay un video en YouTube llamado Loose Change que lo explica".

Sobre los medios: "¿Por qué vemos truculentas imágenes de violencia en Irán pero no en Irak? Porque cierta gente con poder tiene un interés personal en regular nuestro acceso a la información".

Sobre la creación de la vida humana: "Es plausible que los cimientos de la vida, el ARN y el ADN, llegaran a la Tierra como restos de planetas que habían explotado. Si entendemos que la vida alienígena incluye células y amebas, es justo decir que los humanos albergamos orígenes tanto terrestres como extraterrestres".

Sobre sus contemporáneos del rock británico: "Se está dando una idealización del pasado. El rock es demasiado joven como para decir que los Beatles o los Rolling Stones no pueden mejorarse. En términos puramente sonoros, desde luego que pueden superarse. Si los Beatles siguieran hoy, harían lo que estamos haciendo nosotros, y trabajarían con la tecnología más avanzada".

No ha terminado. "No voy a decir nombres, pero veo mucho aficionado. Nosotros nos metemos en el estudio durante meses y vamos de gira durante años. La gente no vive para ello como nosotros. Para ellos no es cosa de vida o muerte".

La urgencia nunca ha sido un problema para Bellamy. Habiéndose criado en Teignmouth (15.000 habitantes), tocar en una banda parecía la única posibilidad de una vida que ofreciera emociones más allá de consumir las setas mágicas que crecen en el campo que rodea el pueblo.

"No hay mucho constructivo que hacer allí", dice el cantante, cuyo padre fontanero George tocaba la guitarra en la primera canción que una banda británica consiguió colocar en el número 1 de las listas americanas (Telstar, de Tornados, 1962). "Conocí a Chris y a Dom en el colegio, y sentían lo mismo. Cuando teníamos más o menos 13 años, me colé en el grupo de Dom. Conseguimos que Chris cambiara de batería a bajista. Creímos en lo que hacíamos de inmediato".

Una serie de conciertos en los sótanos de los amigos, en los que mezclaban canciones originales con covers de Sonic Youth y Primus, les dieron valentía para presentarse a una batalla de bandas local. Se hacían llamar Rocket Baby Dolls, llevaban peinados estrafalarios, se maquillaron con harina, destrozaron sus instrumentos, y ganaron. "Ganamos a algunos músicos serios", recuerda Bellamy entre el barullo del tráfico de la tarde-noche. "A gente que hacía covers de Pink Floyd y cosas así. Fuimos allí a burlarnos del concurso. Ganarlo nos hizo pensar que teníamos algo que ofrecer como banda".

Pronto llamaron la atención de Dennis Smith, que llevaba Sawmills, un estudio cercano donde Oasis hicieron Definitely Maybe, y que grabaría el debut de la banda en 1998. "Incluso siendo unos chavales, estaban muy concentrados en lo que hacían, como las grandes bandas", dice Smith, que también fue su primer manager. "Se les veía tan resueltos, tan decididos. No había un plan B. No fueron a la universidad. Lo único que necesitaban era tiempo para desarrollarse". Lo consegurían. Pero no por casualidad.

Como si se tratara de un inversor oportunista, Dominic Howard está pensando en hacerse con un piso en Manhattan. Tiene sus preferencias, sin embargo. "Me gustaría comprar un apartamento bastante alto", dice, sentado al lado de un miembro de su equipo de managers y de un publicista de Warner, en el vestíbulo de un lujoso y céntrico hotel. "Algo con unas buenas vistas del Empire State. No tiene mucho sentido si no las tiene, no?".

Si algún miembro del grupo está autorizado para determinar lo que importa, ése es Howard. Su padre murió de un ataque al corazón una hora después de ver a su hijo tocar en el festival de Glastonbury en 2004. "Cuando ocurre una tragedia como esa, de alguna manera te obliga a esforzarte más. Te das cuenta de lo afortunado que eres", dice, deshaciéndose del encargado del equipaje para ir al B Bar, una taberna informal cerca del hotel.

"De cierto modo", continúa, "tienes que tratar a Muse como algo aparte de tu vida personal. El truco es no comprometer ninguna de las dos cosas. El éxito en una no te garantiza el éxito en la otra. A veces ocurre al contrario, de hecho".

¿Esa misma forma de pensar se aplica también a la carrera del grupo? "Creo que seremos cabeza de cartel en el Giants Stadium", dice Howard. "Pero si eso no ocurre, hay otros muchos estadios por todo el mundo. Vamos a tocar para la gente que quiera escucharnos, estén donde estén". Pero ver un pase backstage para un pabellón después de haber tocado en unos cuantos estadios parece poca cosa, no?

Bellamy ha llegado a la exposición "Bodies" y sostiene un cerebro disecado entre las manos. Su cara se vuelve gris. Deja el cerebro y recorre la sala hasta una vitrina con fetos conservados. "Bueno", murmura, examinando esos trozos de carne del tamaño de un puño, "me alegra decir que puedo quitar esto de mi lista de cosas por ver".

A medida que la sangre vuelve poco a poco a su cara, Bellamy recuerda su primer viaje, y subsiguiente exilio, a Estados Unidos. "Estábamos extasiados", dice, hablando de las audiciones que hicieron en 1998 para la discográfica en Los Ángeles y en Nueva York, que les condujeron a un contrato por dos discos con la compañía Maverick, de Madonna. "Fuimos a Los Ángeles, nos daban unas comidas fastuosas y nos llevaban en limusina. Luego tocaba volar de vuelta a casa, a nuestros trabajos en Inglaterra. Las oportunidades aquí parecían mucho mayores que en casa".

No lo eran. Showbiz, su elegante y pianístico debut de 1999, fracasó. Para Origin of Symmetry, el siguiente disco, 2001, más agresivo y centrado en las guitarras, la discográfica pidió a Bellamy que se dejara de tantos falsetes, e incluso llegó a pedirles que regrabaran un single, Plug In Baby, en un estilo vocal diferente. La banda se negó, y ambas partes dijeron, "No es nuestro problema, sino el vuestro". El álbum no salió en Estados Unidos hasta 2005.

Mientras este país se cerró, el resto del mundo se abrió. "Dejar Maverick fue una bendición disfrazada", explica Dennis Smith. "Firmaron con diferentes discográficas en distintos países, lo cual significaba que los problemas no se extenderían". Showbiz y Symmetry vendieron muy bien en el Reino Unido y Francia. Warner firmó con la banda un contrato para Estados Unidos en 2003. "No me puedo atribuir el mérito de descubrirles", dice Perry Watts-Russell, el responsable de desarrollo artístico. "Sólo puedo atribuirme el mérito de oír lo que oyó el resto del mundo".

"Si no tuviéramos éxito en el resto, los problemas en América habrían sido desmoralizantes", dice Bellamy, flanqueado por cadáveres que parecen haber sido rebanados con un rallador gigante. "El único detrimento ha sido la pérdida de tiempo. En realidad The Resistance es nuestro tercer álbum aquí. Si hace años me hubieras dicho que íbamos a tocar en grandes pabellones con nuestro tercer álbum, habría sido feliz".

Este lapso temporal implica que algunas cosas irritantes han permanecido en el tiempo. "Todavía nos comparan con Radiohead", suspira Bellamy, cuya voz, le guste o no, a veces cobra tonos agudos y lastimeros como los de Thom Yorke. "Lo hemos superado ya en casi todas partes. De verdad que ya no se oye".

Tampoco lo nota John Leckie, que produjo The Bends de Radiohead y co-produjo los dos primeros discos de Muse. "A finales de los 90, cualquier banda británica que cantara de forma apasionada y tocara la guitarra iba a ser comparada con Radiohead", dice Leckie, que también ha producido para The Stone Roses, New Order y My Morning Jacket. "Después de producir The Bends, me ofrecieron tantas imitaciones de Radiohead, que busqué algo diferente intencionadamente. Y lo encontré en Muse. Las comparaciones son odiosas".

The Resistance, producido por la banda y grabado en un estudio bajo tierra cerca de la casa de Bellamy en el Lago de Como, Italia (bajando desde la casa de George Clooney), es una prueba más de la idiosincrasia de Muse. Entre otros pintorescos monumentos al poder de la alta fidelidad y las pistas adicionales, el álbum incluye Exogenesis, una fantasía sinfónica de 12 minutos sobre los albores del ser humano; I Belong To You (+ Mon Coeur S'Oevre A Ta Voix), en la que Bellamy canturrea en francés sobre un fondo de funk decadente al estilo Riviera; y United States of Eurasia (+ Collateral Damage), una especie de película conceptual dramática cargada de cuerdas. The Bends no es así.

"Hemos llegado a un punto en que Muse es una banda muy singular", dice Bellamy, letrista y compositor primordial del grupo, que aparece caracterizado en el nuevo Guitar Hero 5.

Pero es difícil decir si sus carreras en el Nuevo y en el Viejo Mundo pueden ir realmente en paralelo. "El público americano es tan impredecible", dice Kirk Hammett de Metallica, que comparten manager con Muse. "Metallica es una banda de metal y ya está. Somos fáciles de entender. Muse son más difíciles. Hacen cosas pop, metal y sinfónicas. Son más difíciles de vender".

En este preciso instante, al ver unos genitales cancerosos que parecen un plato de sashimi rancio, Bellamy tiene unas preocupaciones más urgentes. Dice, desanimado, pensando en la reserva que ha hecho para comer, "Puede que el japonés haya sido mala idea".

Vestido con unos vaqueros blancos, una camiseta azul, ajustada hasta reventar, y una cadena de oro colgando del cuello, Chris Wolstenholme toma asiento al lado de la ventana en su habitación de hotel. En la mesa hay un botellín de Diet Coke, un inhalador para el asma, y un paquete de Marlboro Light. Antes, Zach Braff estaba con su portátil en el vestíbulo. Más tarde, Cameron Diaz hará su "pase de modelo" en la puerta de camino a una premiere.

Wolstenholme preferiría estar en casa con su mujer y sus cuatro hijos. Como único marido y padre de la banda, así como el único que nunca ha vivido fuera de Teignmouth, el bajista, alto, robusto y de cara ancha, es algo así como "el raro" de Muse. Howard no tiene novia y divide su tiempo entre Londres y París; Bellamy tiene novia desde hace mucho tiempo y vive entre Londres y Como.

"La música inglesa siguió su propio camino durante los 90", dice, encendiendo el primero de muchos cigarrillos. "Todas estas bandas cantando sobre bajar al bar y fumarse un pitillo, no sorprende que a nadie le interesaran. Muse es fácil de entender, por eso estamos en un punto en que podemos tener éxito en América, Rusia o Chile".

Como cualquier buen vendedor, Muse entienden muy bien el valor de la dedicación absoluta. Han tocado 140 conciertos en Estados Unidos desde el lanzamiento de Absolution, su primer álbum disponible en América, 2003. Según el influyente dj de la BBC, y temprano defensor de Muse, Steve Lamacq, el compromiso de la banda con la carretera es algo muy raro hoy día. "Los británicos pueden ser bastante inocentes", dice. "Kaiser Chiefs ensayan un mes y creen que el trabajo ya está hecho. Tienes que tragarte tu orgullo y tocar en sitios más pequeños a los que estás acostumbrado y hacerlo durante seis meses". Y añade, "Por supuesto que ayuda a tener un directo como el de Muse".

Epilépticos fotosensibles, tened cuidado: un concierto de Muse es un violento ataque de luces estroboscópicas, láseres, humo y mareantes proyecciones de video. El centelleante podio de la batería de Dom parece estar permanentemente listo para despegar. El piano de Bellamy resplandece. Howard afirma, en tono fanfarrón, "Ya no nos da tanto subidón".

"Siempre hemos reservado nuestro dinero para el show en directo, desde chavales", dice Wolstenholme. "Lo odio cuando ves a estas bandas tocar, con ropa llamativa, pero sin nada que mirar. Queremos ofrecer tal espectáculo que luego se lo tendrás que contar a tus amigos".

La música es, en concordancia, épica. Knights of Cydonia, de Black Holes, y MK Ultra, de The Resistance, estallan con una grandiosidad que hace que Led Zeppelin parezcan sencillos. Y cuando la banda abandona los acordes potentes y los ritmos galopantes a favor de sintetizadores brillantes y ritmos más cool, como en Plug In Baby, Supermassive Black Hole y las nuevas Uprising y Undisclosed Desires, el efecto es de una serena eficiencia futurista. Son de esperar en la prensa muchos juegos de palabras del tipo "La resistencia. Es. Inútil". Si Bellamy no cantara con un nivel casi vulgar de intensidad emocional, uno se podría preguntar, con razón, si esta música está hecha por mortales.

Pero, como explica Wolstenholme, su banda no está hecha para la intimidad. "Tendemos a mejorar cuando nos hacemos más grandes", dice, lanzando una colilla por la ventana, afuera, lloviendo. "Siempre hemos tratado de crear sonidos más grandiosos. Conciertos más grandiosos. Somos como cualquiera: cuanto más grande, mejor".

Bellamy, Howard y un hombre que se parece mucho a un brujo, escuchan United States of Eurasia. Estamos a tres meses del lanzamiento de The Resistance y la banda está terminando de masterizar en el estudio Sterling Sound, al oeste de Manhattan. "Siempre es bueno que le guste", dice Bellamy, asintiendo con la cabeza hacia Cliff Burnstein, co-manager de Muse y Metallica, cuya larga barba canosa se mueve en el aire al ritmo de la canción.

Retumbando desde los seis altavoces surround del estudio, Eurasia suena enorme, innegablemente olímpica. El punto álgido viene tras un majestuoso solo de guitarra, cuando un regimiento de Bellamys dicen, "There can be only one!". La canción se desvanece con el sonido de una radio, mezclado con los gritos de unos niños jugando. Luego viene el silbido balístico de un avión, o de un misil. Y luego, nada.

Burnstein sonríe. Desde arriba, Freddie Mercury levanta su cetro enjoyado en señal de aprobación. Bellamy y Howard se echan a reír. "Una canción bonita y sutil", dice Howard. "Ha llevado diez años", dice Bellamy, "pero creo que hemos aprendido a ser nosotros mismos. Es más un principio innato que nos guía. No puedo expresarlo en palabras".

No tiene porqué. El significado se hace claro en cualquier gemido operístico, en cualquier salva de guitarra, en cualquier ráfaga de batería, en cualquier explosión de bajo. Se expresa en cada oleada de flashes de luz en cada concierto, rebosante de gente. El sentimiento inefable que mueve a estos tres ingleses de Muse es uno muy familiar para la mayoría de americanos. Es así de simple. Hazte grande o vete a casa.


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Las Musas de Muse

Matt Bellamy agradece las sesudas inspiraciones de The Resistance

Richard Dawkins - Biólogo evolutivo

"Es más conocido por defender el ateísmo, pero he leído sus libros sobre la evolución y su enfoque de la materia es muy interesante. Es un pensador racional: ¿qué sabemos y cómo lo sabemos? No se anda con gilipolleces".

Frédéric Chopin - Compositor

"Toco una parte de una de sus composiciones al final de United States of Eurasia. Siento un profundo amor por la música clásica. Chopin, Liszt o Rachmaninoff, son genios. Creo que "genio" no se puede aplicar a los músicos de rock".

George Orwell, 1984 - Novela

"La gente no llega a apreciar lo conmovedora que es la historia de amor y sólo habla del tema político de esta novela. La idea del amor como un acto político está por todo el álbum. La canción Resistance es básicamente una manera de volver a contar esa relación entre Winston y Julia".

Anti-Pop Consortium - Músicos

"No escucho mucha música nueva, pero Dom les ponía mucho en el estudio. El uso de las cajas de ritmo y de los sintetizadores que hace esta banda es muy interesante. Probamos a hacer nuestra propia versión de ese tipo de hip-hop / R&B en Undisclosed Desires".

THANX TO MUSEABUSE

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